La acumulación de tareas es un mal del siglo XXI. Y las consecuencias de ello son el estrés, el bajo rendimiento, los nervios y la ansiedad. Para una mente saludable, debemos organizar el trabajo para que el estrés no se apodere de nuestra vida y nos impida realizar las tareas diarias de forma satisfactoria.
Cuando hablamos de estrés laboral nos referimos al que se relaciona con aquellas acciones fisiológicas y de comportamiento que tienen lugar en puesto de trabajo o en su entorno. Ello se traduce en un estado de ansiedad constante que hace que tengamos la sensación de no llegar a todo y de no controlar las situaciones laborales que antes sí eran factibles.

Consejos útiles que te ayudarán a calmar el estrés laboral
Priorizar
Una de las bases para no sufrir estrés es poder priorizar tareas. Está claro que todo es importante pero habrá tareas que lo son más que otras, por lo que empezaremos primero por éstas para seguir con las siguientes.
Desconectar
El estrés se reduce cuando conseguimos desconectar. Dentro del trabajo podemos hacer paradas de algunos minutos para hacer ejercicio, descansar, hablar con compañeros de otras cosas y desestresarse.
Pero lo más importante es poder desconectar una vez hemos salido del trabajo. Practicar ejercicio, concentrarse en una tarea que nos apasione, relajarnos, tomarnos un respiro… nos ayudará a estar mejor y a volver renovado, con ganas y energía al trabajo posteriormente.
Saber delegar
En las tareas de funciones, la delegación es básica para que la productividad aumente. Muchas personas no saben o no quieren delegar, y acaban cargando con demasiado trabajo que no pueden asumir. Delegar es bueno para todos, y ayuda a trabajar el equipo, asignando tareas que pueden ser más favorables para otras personas.

Marcarse objetivos realistas
Una acumulación de trabajo se debe, en muchos casos, a una mala gestión de la información, la comunicación y de los objetivos que debemos realizar. Antes de trazarse un plan de trabajo, es favorable apuntar unos objetivos a seguir, e ir cumpliendo plazos de entrega en horas y días.
Ahora bien, debemos establecer objetivos que sean alcanzables y realistas. De nada sirve abarcar mucho más porque no deja acabar lo básico.
Organización
El día a día no permite la organización en tareas y personas. Es fundamental, para rendir y alejarnos del estrés, que cada tarea esté bien organizada y planificada. De lo contrario iremos a ciegas y no sacaremos todo lo que necesitamos en el tiempo estimado. Organizar, priorizar, delegar y marcarse objetivos ayudan a gestionar el tiempo y el trabajo sin sufrir.
Ambiente de trabajo cuidado
Muchas tareas no se llevan adelante porque el mismo lugar donde se realizan nos estresa. Antes de nada necesitamos que todo esté limpio y ordenado. El mismo orden debe estar en el interior del ordenador, podemos estar mucho rato buscando documentos, excels y otros programas sin éxito y quitando un valioso tiempo para realizar las tareas.
Fuera distracciones
Una gran parte de los trabajadores serían más productivo si quitamos minutos de distracción. Esto se traduce en consultar el correo, hablar por teléfono, conversar con nuestros compañeros más de la cuenta, contestar mails… una manera de evitar las distracciones y concentrarse es dejar el correo electrónico para el inicio de la mañana o bien para última hora.
En este espacio de tiempo contestaremos a nuestros mails y no los vamos a volver a consultar. Ello es factible cuando debemos entregar un proyecto a tiempo o bien varios a la vez. Dejar a un lado los temas personales ayuda a trabajar con mayor concentración y productividad, dejando más tiempo libre para organizar y para los temas personales, una vez finalizadas nuestras tareas.

Identifica aquello que estresa en el trabajo
La acumulación de tareas, trabajo que no gusta… ¿qué es lo que realmente nos estresa en el trabajo? Es fácil poder apuntar aquello que genera más estrés y saber de qué manera respondemos a ello. Esto nos ayudará a canalizarlo, a saber de qué manera reaccionar de nuevo y a no volver a sufrir ante una misma situación.
Cuando recurrir al médico
Se espera que las situaciones no se tornen algo límite, pero si sucede es porque la persona no puede llegar a cumplir con la mitad del trabajo que tiene asignado, y en circunstancias peores se debe ir al médico cuando hay mareos, ansiedad, depresión, sudoración continuada, opresión en el pecho y dificultad para respirar durante cierto tiempo.
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