Hace unos pocos años la artrosis se consideraba una enfermedad asociada a la edad. Sin embargo cada vez parece más evidente que no solo el paso de los años nos predispone o, al menos, nos pone en riesgo de sufrir esta enfermedad.
El desgaste de la articulación afectada por artrosis no es una enfermedad. Este desgaste -normal- es fruto del propio envejecimiento de la articulación producida, en muchos de los casos por los movimientos o gestos repetitivos y continuos que realizamos con esa articulación.
Dedos, rodillas, cadera, codos, cuello, tobillos, son las articulaciones más afectadas por la artrosis debido a los movimientos de rotación, flexión y deslizamientos que realizamos continuamente.
Como consecuencia de estos movimientos repetitivos, el cojín o almohadilla que hay entre el hueso y el cartílago se desgasta. Este desgaste produce el roce del hueso y la articulación, provocando dolor.
La artrosis es por tanto un proceso degenerativo de la articulación y que afecta también a las personas jóvenes que practican deporte así como a las personas mayores.
En la mayoría de los casos se detecta la artrosis cuando el 30% de la articulación ya se encuentra desgastada, pues en estos estadios de la articulación, el desgaste pasa desapercibido al no ser detectada ni con una radiografía ni con la resonancia magnética, unos 20 años antes de que una radiografía llegue a detectarla.
Los avances médicos y los estudios acerca de esta enfermedad nos indican que detectar la artrosis a tiempo nos ayudará a que la artrosis no nos duela con lo que ganaremos mucho en calidad de vida.
Afortunadamente la medicina no para de avanzar y estos estudios nos indican que en unos años será posible detectar la artrosis con un simple análisis de sangre o a través de un análisis de orina realizado en tiras como los que se utilizan para la glucemia o con un test del tipo que se hace para detectar el embarazo.
Cómo podemos mejorar el dolor
Una vez que la artrosis se detecta de forma temprana, en sus inicios como hemos dicho anteriormente, evitar su progresión es posible siguiendo una serie de consejos con los que podemos ganar calidad de vida y mejorar el dolor en lo posible.
Ante todo mantener una actitud positiva siempre nos ayudará a llevar mejor la enfermedad, estar decaídos de ánimos no nos beneficiará.
Cuando la artrosis está en sus inicios y es una artrosis leve realizar ejercicio nos ayudará a mejorar los síntomas como la rigidez, el ejercicio nos ayuda a tensar y destensar los tejidos, es bueno mantener las articulaciones activas.
Un ejercicio bueno y saludable para las articulaciones es caminar, el ejercicio nos ayuda a proteger las articulaciones a la vez que nos ayuda a fortalecer los músculos, con tan solo media hora todos los días o alternando entre 3 y 5 días. Buscaremos para caminar terreno regular, no caminaremos por terrenos irregulares.
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Otros ejercicios que podemos realizar a parte de caminar, y que sea bueno para las articulaciones es nadar, hacer ejercicio en el agua, montar en bicicleta.
Buscar actividades que nos ayuden a mejorar la flexibilidad, hará que las articulaciones no estén tan rígidas con lo que también padeceremos menos dolor, una actividad ideal que contempla estas características y que nos vendría muy bien es el Taichí.
Debemos tener en cuenta también y estar vigilantes con las malas posturas que adoptamos, sin darnos cuenta hay veces que quizás intentando huir del dolor cargamos el peso del cuerpo sobre otras articulaciones con el riesgo de acabar produciéndoles desgaste también.
Caminar con la espalda recta, no encorvados, elegir el calzado adecuado, mejor zapatos planos o con tacón bajito, de suela algo gruesa para notar menos el impacto del pie con el suelo mientras caminamos.
Hay ocasiones y dependiendo del tipo de artrosis que padezcamos se hace necesario llevar unas plantillas o taloneras puestas en el interior de los zapatos, siempre indicadas por el médico especialista.
A la hora de sentarnos mejor hacerlo en una silla y con el espaldar recto. Muchas veces nos sentamos en sillones en los que nos hundimos, las caderas quedan en el aire y los pies sin tocar el suelo, estos malos hábitos posturales acabaran perjudicándonos.
Evitar el sedentarismo y el sobrepeso corporal, mantener un peso corporal adecuado a nuestras características nos resultará beneficioso para evitar el dolor y no cargar peso de más sobre nuestras articulaciones.
Reducir las calorías, hacer ejercicio moderado, una dieta sana y equilibrada bajo supervisión médica y recurriendo a los alimentos que nos ayuden a fortalecer nuestras articulaciones así como evitar los alimentos que pudieran ser perjudiciales con esta enfermedad.
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Mantenernos bien hidratados, tomando al menos 2 litros de agua al día. Alternar ratos de reposo con la actividad nos viene bien cuando estamos sufriendo algún episodio de dolor.
En invierno como consecuencia del frío las articulaciones que sufren desgaste suelen doler más en esta época del año, podemos aplicarnos ratitos de calor sobre la articulación dolorida con una mantita o almohadilla de calor, el calor relaja la musculatura y nos calma el dolor.
En cambio cuando la articulación está inflamada, esto ocurre cuando hay brotes, recurriremos a aplicarnos frío local sobre la zona dolorida, con una bolsita de hielo o almohadilla especial que vienen para congelar, siempre con la piel protegida con un paño, debemos recordar que el frío directo sobre la piel produce quemaduras. En este sentido, probablemente te puede ayudar descubrir cuándo ponerte frío o calor al sufrir una lesión.
En cuanto a la medicación existen medicamentos para calmar los episodios de dolor, para reducir la inflamación, pero siempre deberá ser bajo prescripción facultativa, nunca debemos automedicarnos.
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